Escrito por: Raúl
Martín Domingo, 26 de Octubre de 2014 07:20
SALAMANCA24HORAS rescata del
olvido nuevos relatos sobre los mitos, leyendas e historias prodigiosas de la
tradición salmantina. Desde los albores de los tiempos, el ser humano ha
tratado de ofrecer una coherente explicación a cada uno de los elementos que
interfieren en este planeta llamado Tierra. Sin embargo, no siempre puede
encontrar un motivo racional. Es ahí donde entra el folclore, impregnado de
misticismo y fantasía, historias transmitidas en el serano, a la luz de la
hipnotizadora lumbre.
La imaginería popular ha convertido
a la vieja Castilla en un hervidero de fervor. Por doquier rezuman las
historias de tallas milagrosas que un día aparecieron de la nada y hoy día son
epicentro de la devoción de miles de personas que reclaman su ayuda celestial
cuando la acción terrenal nada más puede hacer. Cada pueblo tiene una virgen y
un cristo que, a su vez, llevan aparejado consigo un relato fantástico sobre su
origen. Estas historias son transmitidas de generación en generación, aunque el
célere devenir del progreso y la despoblación de las zonas rurales están
relegando casi al olvido el folclore popular que hasta ahora había sobrevivido
por vía oral a cualquier intromisión del destino. La madre de Jesús de Nazaret
protagoniza un seguimiento sin parangón en la provincia de Salamanca y raro es
encontrar un municipio sin una talla capaz de asombrar a propios y extraños.
Una de las más conocidas es la Virgen de la Cuesta en Miranda del Castañar.
Cuenta la
leyenda que en una ocasión dos niñas de este municipio serrano se encontraban
recogiendo fresas en el monte. Hubo un tiempo en que esta pequeña fruta que
crece a ras de suelo colmaba el entorno de cada localidad, perdiéndose su
cultivo con el paso de los siglos en la mayoría de la Sierra de Francia. Habían
salido al mediodía con sus respectivas cestas, cual caperucitas rojas en busca
del bermellón premio.
Las niñas fueron escudriñando cada palmo del terreno
que sus padres les habían acotado, pues no deseaban que se alejaran mucho del
pueblo. Sin embargo, al no hallar fresa alguna aquella mañana, las pequeñas
decidieron desobedecer a sus progenitores y se adentraron ladera abajo. Fueron
descendiendo por la zona oeste del recinto amurallado, entre olivares sobre la
confluencia de los ríos Francia y San Benito. Una vez allí, se
entretuvieron con el arrullo del agua y, viendo que el viaje había sido
infructuoso, decidieron subir de nuevo hasta Miranda.
Habían
avanzado unos pocos metros cuando las niñas se detuvieron en seco. En el hueco
del tronco de uno de los olivos había algo. Un resplandor les llamó la
atención, y como cualquier pequeño que siempre sucumbe a la curiosidad, se
acercaron para comprobar qué era aquello que relucía entre la madera. Fue así
como encontraron una virgen de origen románico pero cuya talla parece barroca.
La recogieron y la mostraron a sus padres, que difundieron la noticia por todo
el pueblo. En el lugar del hallazgo se decidió construir una ermita para
venerar a la que se bautizó como Virgen de la Cuesta, templo rodeado de olivos
en recuerdo al lugar donde se produjo el milagro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario