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domingo, 24 de mayo de 2009

Los últimos días del héroe.
Tras el final de la guerra, muy poco se sabe del guerrillero salmantino. El General Palafox le nombra presidente del consejo de Guerra Permanente y en abril de 1816 Gobernador Militar de Santoña (Cantabria), lugar en el que fallece su esposa Cecilia, tres años más tarde. En 1822 contrae matrimonio nuevamente con Juana Ignacia Velarde de Gandarillas. Y a final del año es nombrado Gobernador militar de la provincia de Santander. Incorporado el 15 de febrero de 1823 al 2º Ejército de Castilla, sale hacia Logroño y llega a la plaza el 17 de abril. Unos días antes el duque de Angulema al frente de "Los Cien mil Hijos de San Luis" había penetrado por el Bidasoa. Don Julián se los encuentra e iniciado el combate, se ve prontamente superado y es tomado prisionero tras ser derribado de su montura. El duque de Angulema le trata con relativa deferencia y le mantiene en calidad de agregado a su Cuartel General y con él entra en Madrid del 23 de mayo siguiente. Don Julián es declarado en situación "de cuartel" en Madrid, por lo que solicita le sea permitido fijarlo en Salamanca donde tiene a su familia. Accede Fernando VII y le confina en Ledesma. Allí comienza a llevar la vida de relación con sus amistades de siempre, pero el Comandante General de Ávila informa al Capitán General de Castilla la Vieja que la conducta de Don Julián "… se hace sospechosa por tener entrevistas con indefinidos y antiguos voluntarios de la Caballería,… y además el Inspector de Policía de mi provincia me ha mostrado cartas que aumentan las sospechas… Por lo que para la tranquilidad pública debería trasladársele el Cuartel a otra provincia donde fuese menos conocido…" En febrero de 1824 es encarcelado en la Real Chancillería de Valladolid, y tras ágil resolución es puesto en libertad, como Inocente, a principios de 1828. Don Julián tiene cincuenta y cuatro años de edad y solicita se le abonen los sueldos devengados durante su prisión. Cosa que no sucedería hasta dos años después. En agosto de 1828, don Julián, su esposa y su pequeño hijo Francisco Luis, se hallan confinados en el pueblo de Etreros, provincia de Segovia, donde fallece su hijo el día 30 de aquel mes. Algo después el 30 de mayo de 1829 nace su hija Rosa Petronila, que dos años después, el 4 de octubre de 1831 fallece también en aquella población Julián Sánchez, El Charro, la leyenda, se rinde, agotado y cansado de bregar en la tienta de los vivos, después de una agitada existencia. Murió el 19 de Octubre de 1832, en Etreros. Aquel día, el jinete salmantino más famoso de todos los tiempos descabalgó de su montura definitivamente. Hace 16 años, la villa de Etreros cedió los restos mortales de Julián Sánchez a la ciudad de Salamanca, donde estuvieron depositados varios meses, en la Torre del Clavero, rindiéndosele honores militares. El féretro recorrió las calles de la ciudad entre aplausos y vítores de millares de salmantinos, las campanas de los cientos de campanarios de Salamanca retumbaron para homenajearle y se lanzaron al aire más salvas aquel día que en los de los entierros de cualquier monarca o jefe de estado. Posteriormente, el ayuntamiento de Salamanca cedió a su vez los restos de El Charro al ayuntamiento de Ciudad Rodrigo, ciudad en la que descansan actualmente. A veces, todavía hoy, puede verse en mitad de las dehesas, a través de la bruma matinal y la verde espesura de los prados y los encinares, la erguida silueta fantasmagórica de un jinete altivo, sobre un caballo blanco. Que mira fijamente y arma su garrocha. Y como poco a poco, su figura se pierde con la bruma y el lejano tintineo de unas espuelas. Todavía, y mucha gente así lo piensa, El Charro continúa galopando por los campos salmantinos. O quizá solo sea el embustero rumor del viento interpretando el sonido de los cascos de un caballo, perdidos en el tiempo.
Añadir que cada vez que leo estas historias de "El Charro", me hacen pensar que debido a éste y otros héroes, hacen sentir en mi el orgullo de ser charro, y ser español.
Me hubiera gustado que la historia, de alguna manera hubiera tratado mejor a este guerrillero, que sin lugar a dudas, merece el mejor puesto en esas singladuras, ... claro que aún estamos a tiempo.

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