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domingo, 16 de noviembre de 2014

EL ORO DE CALABORIA

MITOS Y LEYENDAS DE SALAMANCA            
Raúl Martín    16 Noviembre 2014
Vista general de la deshabitada alquería de Cabaloria
SALAMANCA24HORAS rescata del olvido nuevos relatos sobre los mitos, leyendas e historias prodigiosas de la tradición salmantina. Desde los albores de los tiempos, el ser humano ha tratado de ofrecer una coherente explicación a cada uno de los elementos que interfieren en este planeta llamado Tierra. Sin embargo, no siempre puede encontrar un motivo racional. Es ahí donde entra el folclore, impregnado de misticismo y fantasía, historias transmitidas en el serano, a la luz de la hipnotizadora.

Cuenta la leyenda que hubo un tiempo en que esta alquería ubicada en el término municipal de Sotoserrano fue una próspera explotación de oro. Los romanos encontraron importantes vetas en el sur de lo que hoy es la provincia de Salamanca, la más conocida la de Las Cávenes, en El Cabaco. Así, llenaron de surcos la Sierra en busca del preciado metal a través de serpenteantes canales. Cerca ya de tierras cacereñas, el Imperio encontró Caven Valoria. Se cuenta que las pepitas encontradas eran mucho mayores que las cabaqueñas, pero los encargados de la explotación no daban cuenta de ello porque eran enviadas directamente al mismísimo César para enriquecer su patrimonio personal.

El esplendor de Roma sucumbió al sino del progreso, o más bien a la barbarie de la sinrazón, siendo ocupadas sus posesiones por nuevos pobladores. Entonces la alquería pasó a ser Cadaloria, un lugar donde el movimiento de tierras era constante desde que un pastor encontrara un dorado pedrusco más grande que su cabeza. Oro que fue motivo de disputas y entuertos, pues ya se sabe que la codicia se alimenta de su propio apetito y nunca se sacia, su rapacidad aumenta consigo misma.

Con el paso de los siglos, la tierra de Cabaloria fue engullendo sus ricas entrañas, pasando a ser una simple alquería cuyos habitantes se dedicaban a extraer no el oro, sino los frutos que le otorgaba la naturaleza con el esfuerzo de cada jornada. Cuando en la segunda mitad del siglo XX se proyectó el embalse de Gabriel y Galán, todos emigraron en busca de otras oportunidades y el paraje quedó deshabitado, desmoronándose paulatinamente. El paso de tiempo ha ido acumulando sedimentos en las laderas del monte para no dejar rastro de las minas que un día albergaron, pero cuentan los más viejos del lugar que todavía esconde pepitas de oro tan grandes que tan sólo una serviría para alimentar a toda una familia el resto de su vida.

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