Vistas de página en total

lunes, 24 de noviembre de 2014

LA VIRGEN DE SACEDÓN EN MONTERRUBIO DE LA SIERRA

SALAMANCA24HORAS rescata del olvido nuevos relatos sobre los mitos, leyendas e historias prodigiosas de la tradición salmantina. Desde los albores de los tiempos, el ser humano ha tratado de ofrecer una coherente explicación a cada uno de los elementos que interfieren en este planeta llamado Tierra. Sin embargo, no siempre puede encontrar un motivo racional. Es ahí donde entra el folclore, impregnado de misticismo y fantasía, historias transmitidas en el serano, a la luz de la hipnotizadora lumbre.

La imaginería popular ha convertido a la vieja Castilla en un hervidero de fervor. Por doquier rezuman las historias de tallas milagrosas que un día aparecieron de la nada y hoy día son epicentro de la devoción de miles de personas que reclaman ayuda celestial cuando la acción terrenal nada más puede hacer. Cada pueblo tiene una Virgen o un Cristo que, a su vez, llevan aparejado consigo un relato fantástico sobre su origen. Estas historias son transmitidas de generación en generación, aunque el célere devenir del progreso y la despoblación de las zonas rurales están relegando casi al olvido el folclore popular que hasta ahora había sobrevivido por vía oral a cualquier intromisión del destino. La madre de Jesús de Nazaret protagoniza un seguimiento sin parangón en la provincia de Salamanca y raro es encontrar un municipio sin una talla capaz de asombrar a propios y extraños. Así ocurre en Monterrubio de la Sierra.
Cuenta la leyenda que en la antigua Santa María de Salcedón, denominada así en la Edad Media por ser un extenso salcedo, tierra repleta de sauces, había un pastor que se encontraba una mañana de otoño por los campos cuidando del ganado. Comenzaba a helar, pero el frío era aún soportable. Sin embargo, aquella jornada el cielo entrelazó sus esponjosas rejas para no dejar escapar el más mínimo rayo de sol. Se barruntaba tormenta. Y así fue.
De repente comenzó a llover con fuerza. Creyendo el zagal que pronto escamparía, decidió refugiarse en uno de los muchos sauces que poblaban el terreno. Pero el agua seguí cayendo como si el mismísimo diluvio universal fuera a repetirse. El árbol que le servía de guarida apenas podía contener la fuerza de la lluvia, que atravesaba las débiles hojas del sauce para posarse como espinas sobre el cuerpo del pastor. Por eso, viendo que la tormenta iba a más, buscó un cobijo más robusto.
A lo lejos vio dos olmos. Rápidamente se dirigió hacia el que parecía más fornido, pues se fijó en su base, viendo que no estaba húmeda porque las frondosas ramas no dejaban pasar la lluvia. Más tranquilo, el pastor tomó aliento y reposo tras una fatigosa carrera. Pero transcurridos unos minutos la tormenta arreciaba y el zagal comenzaba a impacientarse. También tenía calados hasta los huesos, por lo que decidió levantarse y rodear el árbol para así entrar en calor hasta que por fin dejara de llover. Fue entonces cuando en un hueco del negrillo creyó percibir algo. Se acercó tímidamente y se sobresaltó. Era la imagen de una Virgen. ¿De dónde había surgido?
Al coger la talla para observarla con un mayor detenimiento, la tormenta cesó al instante. El pastor consideró que se trataba de un milagro y llevó a la Virgen hasta el pueblo para relatar lo acontecido. Desde entonces se la venera como la Virgen de Sacedón, en recuerdo de los sauces llorones de la localidad pese a que fue hallada en un olmo. Árbol que permaneció en pie hasta el siglo pasado, en que una grafiosis acabó con el centenario ejemplar. Y como si el negrillo y la Virgen estuvieran eternamente conectados, el sino del progreso y el éxodo rural provocaron que decreciera el culto a la imagen, recuperado en los albores del nuevo siglo gracias a la Asociación Cultural Virgen de Sacedón, que la venera el primer fin de semana del mes de mayo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario