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domingo, 10 de mayo de 2015

COLEGIO- SEMINARIO DE LA ORDEN DE CALATRAVA



Es el único colegio que queda en pie de los que edificaron las órdenes militares en la ciudad. El de la Orden de Santiago, conocido por el nombre de colegio del rey estuvo en la calle Balmes, donde actualmente está la Facultad de Ciencias y las pistas de atletismo «El Botánico» lo inicio Rodrigo Gil de Hontañon concluyéndolo en el siglo XVII Juan Gómez de Mora. En 1998 al excavar se encontraron los restos de este colegio en una extensión de 400 m2.

 Si bien su construcción data de 1717, no obstante desde 1552 estaban redactadas las constituciones del Colegio Imperial de la Inmaculada Concepción de la orden militar de Calatrava, refrendadas en nombre del emperador Carlos V por su hijo y futuro Felipe II, ocupando sus colegiales un modesto edificio junto al Palacio de Fonseca o de la Salina en la calle de San Pablo hasta la construcción del colegio actual. Aunque fue obra de Pantaleón de Pontón, no obstante, fue Joaquín de Churriguera, maestro en esos momentos de la Catedral Nueva y del Colegio de los Jesuitas (Clerecía), el que hizo los planos definitivos y quien en 1717 inicio los trabajos de construcción, ubicándolos en la actual calle del Rosario. Tras su fallecimiento en 1724 la obra la prosiguieron a un ritmo muy lento Pedro de Gamboa y Domingo Diez, hasta que en 1750 se nombró maestro de la obra a Jerónimo García de Quiñones, aunque en realidad las directrices emanaron del rector Francisco Ibáñez de Córdoba, hombre de formación y gustos ilustrados que elimino gran parte de la aparatosa decoración barroca que tenía el edificio en un principio, alterando el proyecto barroco inicial para adaptarlo a los gustos clasicistas del momento, donde más intensamente se produjo este proceso de eliminación de formas decorativas fue en el patio y en la iglesia, mientras que la fachada aun mantuvo, en parte, su carácter de edificio barroco.

 De forma rectangular con sus cuatro torreones según los esquemas tradicional español de alcázar torreado, los torreones de la parte delantera sirven para enmarcar la fachada, mientras que los traseros dan cobijo al crucero de la capilla y a la caja de la escalera. En este esquema la decoración más abundante se centra en la portada. Esta se encuentra realzada por una escalinata sobre la que se sitúa la puerta flanqueada por dos columnas algo enanas y de fuste decorado al estilo churrigueresco y de dos angelotes que hacen ondear banderas de Calatrava. Sobre el dintel el escudo de la Orden y sobre este una hornacina con la imagen de San Raimundo de Fitero, fundador de los caballeros calatravos. Remata el conjunto, por encima ya de la balaustrada que recorre todo el cuerpo central, una peineta con el escudo de Felipe V.

En el piso bajo se abren ventanas coronadas de frontones triangulares, mientras que en el principal encontramos balcones con pechinas y acroteras. Del interior cabe destacar la escalera por el atrevimiento de su trazado, aparte de los cuadros de Francisco de Goya que contenían los retablos de piedra, desaparecidos durante la Guerra de la Independencia.

 En 1790 Gaspar Melchor de Jovellanos, el rector Francisco Ibáñez y el abad Antonio Ponz hicieron desaparecer parte de la ornamentación del edificio por considerarla de mal gusto, mostrando a las claras el frío academicismo impuesto por estos. A Jovellanos le cupo el encargo del gobierno de reformar los estudios de los colegios de las órdenes militares, viajando a Salamanca de abril a agosto de 1790, donde inspecciono dichos colegios y elaboro el Reglamento y Plan de Estudios del Colegio de Calatrava, según el cual el colegio se componía de un rector, un regente de teología, otro de cánones, diez colegiales de número y los supernumerarios que cupiesen.

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