SALAMANCA24HORAS rescata del olvido nuevos relatos
sobre los mitos, leyendas e historias
prodigiosas de la tradición salmantina. Desde los albores de los tiempos, el
ser humano ha tratado de ofrecer una coherente explicación a cada uno de los
elementos que interfieren en este planeta llamado Tierra. Sin embargo, no
siempre puede encontrar un motivo racional. Es ahí donde entra el folclore,
impregnado de misticismo y fantasía, historias transmitidas en el serano, a la
luz de la hipnotizadora lumbre.
La
imaginería popular ha convertido a la vieja Castilla en un hervidero de fervor.
Por doquier rezuman las historias de tallas milagrosas que un día aparecieron
de la nada y hoy día son epicentro de la devoción de miles de personas que
reclaman ayuda celestial cuando la acción terrenal nada más puede hacer. Cada
pueblo tiene una Virgen o un Cristo que, a su vez, llevan aparejado consigo un
relato fantástico sobre su origen. Estas historias son transmitidas de
generación en generación, aunque el célere devenir del progreso y la
despoblación de las zonas rurales están relegando casi al olvido el folclore
popular que hasta ahora había sobrevivido por vía oral a cualquier intromisión
del destino. La madre de Jesús de Nazaret protagoniza un seguimiento sin
parangón en la provincia de Salamanca y raro es encontrar un municipio sin una
talla capaz de asombrar a propios y extraños. Así ocurre en Monterrubio de la
Sierra.
Cuenta la leyenda que en la antigua Santa María de
Salcedón, denominada así en la Edad Media por ser un extenso salcedo, tierra
repleta de sauces, había un pastor que se encontraba una mañana de otoño por
los campos cuidando del ganado. Comenzaba a helar, pero el frío era aún
soportable. Sin embargo, aquella jornada el cielo entrelazó sus esponjosas
rejas para no dejar escapar el más mínimo rayo de sol. Se barruntaba tormenta.
Y así fue.
De repente
comenzó a llover con fuerza. Creyendo el zagal que pronto escamparía, decidió
refugiarse en uno de los muchos sauces que poblaban el terreno. Pero el agua
seguí cayendo como si el mismísimo diluvio universal fuera a repetirse. El
árbol que le servía de guarida apenas podía contener la fuerza de la lluvia,
que atravesaba las débiles hojas del sauce para posarse como espinas sobre el
cuerpo del pastor. Por eso, viendo que la tormenta iba a más, buscó un cobijo
más robusto.
A lo lejos
vio dos olmos. Rápidamente se dirigió hacia el que parecía más fornido, pues se
fijó en su base, viendo que no estaba húmeda porque las frondosas ramas no
dejaban pasar la lluvia. Más tranquilo, el pastor tomó aliento y reposo tras
una fatigosa carrera. Pero transcurridos unos minutos la tormenta arreciaba y
el zagal comenzaba a impacientarse. También tenía calados hasta los huesos, por
lo que decidió levantarse y rodear el árbol para así entrar en calor hasta que
por fin dejara de llover. Fue entonces cuando en un hueco del negrillo creyó
percibir algo. Se acercó tímidamente y se sobresaltó. Era la imagen de una
Virgen. ¿De dónde había surgido?
Al coger la
talla para observarla con un mayor detenimiento, la tormenta cesó al instante.
El pastor consideró que se trataba de un milagro y llevó a la Virgen hasta el
pueblo para relatar lo acontecido. Desde entonces se la venera como la Virgen
de Sacedón, en recuerdo de los sauces llorones de la localidad pese a que fue
hallada en un olmo. Árbol que permaneció en pie hasta el siglo pasado, en que
una grafiosis acabó con el centenario ejemplar. Y como si el negrillo y la
Virgen estuvieran eternamente conectados, el sino del progreso y el éxodo rural
provocaron que decreciera el culto a la imagen, recuperado en los albores del
nuevo siglo gracias a la Asociación Cultural Virgen de Sacedón, que la venera
el primer fin de semana del mes de mayo.
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