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martes, 5 de mayo de 2009

Julián Sánchez “El Charro”, La leyenda.

Desde que las legiones romanas penetraron en la provincia de Salamanca y se sorprendieron de la destreza y la habilidad como jinetes de sus habitantes, los vettones, hasta el punto de incorporarlos a su ejército en unidades de caballería, han cambiado poco las cosas en esta tierra.

Hoy en día, quizás nos lamentemos de muchas cosas que ya no son ni serán lo que fueron, entre ellas la del uso del caballo, en una provincia de marcado carácter ganadero, en la que el uso de este animal, desde tiempos inmemorables, sigue siendo imprescindible. “Ya no quedan buenos garrochistas ni mozos de vacada…”, dicen nuestros ancianos.

Pero en el siglo XVIII todavía había hombres en Salamanca que pertenecían a esa casta especial. Todavía los había cuando el 3 de junio de 1774 nace en la aldea de Muñoz, cerca de Ciudad-Rodrigo, un niño al que sus padres llamaron Julián.

Así figura en el libro parroquial:

"En la iglesia del señor San Pedro, de Muñoz, el cura párroco don Manuel Bazas, bautizó solemnemente y puso los Santos Oleos, el día 3 de junio de 1774, a un niño que nació tres o cuatro días antes y se llamó Julián, hijo lexítimo de Lorenzo Sánchez, natural y vecino de este pueblo, y de Inés García, natural de Peramato: Abuelos paternos Antonio Sánchez y Francisca García, aquel natural de este pueblo y ella de Pedraza, obispado de Ciudad Rodrigo. Maternos Juan García, natural de Buena Madre y de María Arroyo, natural de Santiz, obispado de Ciudad Rodrigo: fue su padrino Julián Sánchez con su muger Josefa Sánchez vecinos de este mismo que son avisados del parentesco espiritual y demás obligaciones…"

A los diecinueve años se incorporó al Regimiento de Infantería de Mallorca, siendo enviado a la Guerra del Rosellón, a las órdenes del General Ricardos. Fue herido cuando estaba enrolado en la flota anglo-española que asediaba Tolón en apoyo de los realistas franceses. Con la caída de Tolón, fue hecho prisionero, recobrando la libertad año y medio después, tras la firma de la Paz de Basilea.

Tras ser liberado, participa en la defensa de Cádiz, combatiendo ahora contra los ingleses del almirante Nelson, cayendo herido por la explosión de un proyectil. Tras reponerse, se incorporó de nuevo al regimiento de Mallorca en Mérida. En 1801 estalló la Guerra de las Naranjas, en la que tomó parte. Se licenció ese mismo año (1 de diciembre), regresando a Salamanca, donde contrae matrimonio con Cecilia Muriel García a la edad de 27 años, y con una buena formación militar.

Trabaja como mozo y poco después como Mayoral en una dehesa del Campo Charro y se dedica a hacer lo que cientos de generaciones de paisanos suyos se dedicaría, al cuidado de los toros de lidia. Por testimonios de un coetáneo suyo sabemos que: “Julián era un hombre de alta estatura, pelo rubio, cara ovalada, barba poblada, de extraordinaria fuerza y muy acostumbrado al manejo de la garrocha, su golpe siempre era certero”.

En una tierra donde el hombre nace sobre el caballo.

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