Repaso en una pequeña serie de cuatro capítulos los entresijos de los testigos mudos de la historia que todavía permanecen en pie en la provincia charra.
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El segundo capítulo de este recorrido por los castillos y fortalezas nos conduce hasta la línea defensiva del sur de la provincia de Salamanca: compuesta por Béjar, Montemayor del Río, Monleón, Miranda del Castañar, San Martín del Castañar, Tejeda y Tamames. Y es que el territorio charro fue eje fundamental durante la Reconquista de los cristianos.
Béjar: un palacio como emblema de poder
El Palacio Ducal de Béjar es un ejemplo de edificación levantada sobre una antigua fortaleza cristiana que se fue remodelando según el transcurso de sus dueños, pedazo a pedazo, pasando por diferentes formas y usos desde privados a públicos, un palacio como emblema de poder entre la complicada situación geográfica al sur de la provincia charra, en territorios a caballo entre Salamanca, Cáceres y Ávila, pero sobre todo uno de los epicentros industriales de toda España gracias al textil.
Erigido a finales del siglo XVI con su forma definitiva que aún se conserva, el Palacio Ducal de Béjar fue en sus inicios un castillo cristiano compuesto por dos recintos rectangulares, uno dentro del otro, con torres cilíndricas reforzando los ángulos y un recinto irregular más exterior como antemuro con torreones prismáticos de refuerzo. Precisamente el Fuero Real de Béjar, cuya fecha se sitúa entre 1291 y 1293, menciona a dicho castillo junto al conjunto de defensas amuralladas del que forma parte. Este importante documento que dotaba de concejo a la zona estipula una serie de normas que dan a entender cuál era la situación de Béjar y cómo se antojaba en epicentro de buscadores de poder.
De 1808 a 1812, los vecinos de la ciudad textil tuvieron que soportar diversos actos de pillaje por parte del ejército francés, el más flagrante el incendio del palacio ducal, una fecha que marca el inicio de la decadencia para esta insigne edificación, que en el último cuarto de siglo anterior había pasado de manos de los Zúñiga a los duques de Osuna, y posteriormente, ya en 1869, a ser propiedad del Ayuntamiento bejarano. Desde entonces, lo que comenzó como fortaleza defensiva y después se convirtió en elemento señorial de poder y distinción, albergó diversos usos, cual estancia sobrante con la que no se sabe qué hacer.
Montemayor del Río: posición privilegiada en la Calzada de la Plata
El hombre es un animal comunicativo por naturaleza. Durante siglos, ha buscado interrelacionarse y todas las civilizaciones han basado su progreso en la búsqueda de otros pueblos, tejiendo interminables telas de araña de arena, primero, piedra y asfalto, después. En este proceso comunicativo, los caminos y calzadas jugaron un papel fundamental para el desarrollo. Los romanos lo sabían muy bien, de ahí la creación de sendas comerciales como la Vía de la Plata , que atraviesa la provincia de Salamanca cual arteria de vida comercial en una zona donde jugó un importante papel durante la Edad Media y siglos posteriores. En su trayecto se apilan definidos puntos estratégicos, posiciones privilegiadas como Montemayor del Río.
Situado en la cima de un pequeño monte a escasos metros del río Cuerpo de Hombre, escondido en un verde valle de castañares junto a la frontera de Cáceres, el castillo de San Vicente, como se conoce a esta fortaleza, surge a principios del siglo XIV sobre una estructura anterior fruto de los avatares de las luchas contra los portugueses, por el oeste, castellanos, por el este, y musulmanes por el sur.
No es hasta el siglo XV cuando llega la calma, como se suele decir, después de tanta tempestad, instaurándose el Mayorazgo de Montemayor por el alférez mayor del rey, Juan Silba, noble de un linaje asentado en Toledo pero de origen portugués, quien recibió instrucciones y distinciones del monarca Juan II de Castilla. Desde entonces, esta familia transmite el castillo de generación en generación, perdiendo relevancia, lo que propicia su abandono y ya en el siglo XVII estaba deshabitado, con graves signos de deterioro. Sin embargo, recientemente ha sido restaurado y transformado en Centro de Interpretación del Medievo. Así, el castillo de Montemayor del Río recobra el esplendor que nunca debió perder.
Monleón: objeto de disputa con los Reyes Católicos
En el proceso de colonización de las tierras reconquistadas, destacan dos poblados, Miranda y Monleón, este último con un castillo que es objeto de disputa con los Reyes Católicos. Según narra en 1477 el cronista real Hernán Pérez del Pulgar, la villa estaba entonces bajo el domino de Rodrigo Maldonado, un peculiar personaje acusado de acuñar moneda falsa, una práctica que fue la última gota en colmar el vaso de múltiples denuncias y quejas de los vecinos por robo y tiranía. Al llegar a oídos de la Corte , intervino el propio rey Fernando el Católico, que se desplazó en persona a Salamanca para arrestar a Maldonado en la posada donde se hospedaba.
En el interior del castillo se hicieron fuertes e incluso reclamaron grandes recompensas y honores a cambio de su rendición. Tal era el desafío de los amotinados que incluso amenazaron con solicitar auxilio a los portugueses para declarar la guerra a Castilla.
Ante tal afrenta, los Reyes Católicos levantaron sobre un cercano cerro un patíbulo para ejecutar a Maldonado si sus más allegados no cedían. Precisamente el lugar pasó a los anales de la historia como el Teso de la Horca. Sin embargo, los familiares y amigos de Maldonado estaban dispuestos a consumar la traición a su señor a pesar de la prometida ejecución en sus narices, incluso en presencia de su propia esposa.
Miranda del Castañar: motivo de pleitos entre la nobleza
Las piedras que hoy día son entorno de remanso y tranquilidad fueron antaño motivo de bronca y convulsión. Los castillos de la provincia de Salamanca, como elementos de ostentador poder por su magnificencia, se convirtieron en constante motivo de disputa para la nobleza, sobre todo durante los siglos XV y XVI entre las incipientes familias de los Estúñiga o Zúñiga (posteriormente duques de Béjar) y los Álvarez de Toledo (duques de Alba), rivales en territorio charro en busca de lograr un mayor peso dentro de la Corte real. Si hay una fortaleza que fue objeto de pleito entre ambas ramas nobiliarias, ésa es la situada al sureste de Miranda del Castañar.
Al contrario que otras fortalezas de la provincia, ésta alberga un origen conocido y delimitado. Así reza una inconclusa inscripción en uno de los lados de la torre del homenaje, junto a un ángel que sujeta un escudo de los Zúñiga: «Esta obra mando faser el conde don Pedro Estunyga en el año de MCCCCLI e acabóse en el año de MCCCCL...». Por tanto, el inicio de las obras en su estado actual se data en 1451, ampliando una torre ya existente siglos anteriores durante la repoblación del rey Alfonso I tras reconquistar Miranda a los moros.
Desde entonces, el castillo de Miranda del Castañar ha sido mudo testigo del inexorable paso del tiempo y los avatares de la Historia , como el asesinato del alcaide de la villa a manos del tercer conde de Miranda por su oposición a los abusos y tropelías cometidos por los noble o las batallas durante la invasión francesa y la Guerra de Independencia.
San Martín del Castañar: regalo de bodas del señor de Miranda
Su situación es absolutamente privilegiada, en el extremo oeste de una localidad enclavada en un singular paraje botánico y zoológico que en un corto plazo de tiempo, probablemente antes de este verano, forme parte parte del Parque Natural de Batuecas-Sierra de Francia. Ya sea a través de San Miguel de Robledo, ya sea desde Nava de Francia, el castillo de San Martín del Castañar es visible a lo largo de casi todo el trayecto por esta carretera.
Si clara es su situación, no tanto su origen. Al parecer, surge entre los siglos XII (inicio de la construcción) y XIV(primeras reformas) al hilo del desarrollo medieval registrado por el pueblo entonces denominado sólo como San Martín. La historia de este castillo no se relaciona en sí con la Reconquista y el afán de los reinos cristianos por levantar fortalezas en diversos puntos estratégicos según avanzaba hacia el sur la frontera de sus territorios.
Más bien, permanece ligada a una historia de amor, o al menos relación matrimonial, pues fue una especie de regalo de bodas del Señor de Miranda a su hija tras casarse con un noble de San Martín, mandando construir el castillo para alojar a la pareja. De ahí que a partir de entonces, a la localidad se le añadiese el apellido Castañar y se ligara con la villa de Miranda.
Tejeda: perla de una familia de usurpadores
El campo charro está repleto de pueblos que en su día ostentaron estratégicos papeles durante el entrelazado guión de la Reconquista cristiana. Prueba de ello, los castillos y fortalezas erigidos en sus terrenos para defender la tierra recuperada. Pero, como ocurre con muchas otras fortalezas de la provincia de Salamanca, su pertenencia a manos privadas ha favorecido su declive durante siglos, cual herida sin cicatrizar que sangra día tras día.
La belleza está en el interior, recoge el acertado saber popular. Y no se equivoca con el castillo de Tejeda, perla de una familia de usurpadores capaces de poner en jaque a los monarcas de la última fase de la Edad Media y que esconde una de esas historias para contar al regazo del caluroso fuego de una chimenea. Un manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid contiene varias pesquisas realizadas por Juan II entre 1433 y 1452 ante las quejas de usurpaciones a cargo de procuradores de la ciudad, siendo las de Salamanca las más insistentes, por lo que se envió a un bachiller para verificar tales acusaciones.
Entre las familias más perseguidas estuvo la de los Tejeda, dando nombre al municipio que actualmente también integra al poblado de Segoyuela. Así lo confirma una carta regia de 1450, conservada en el Archivo Municipal, que revela cómo el monarca había sido informado de que Fernando de Tejeda estaba construyendo una «casa y torre fuerte sin mi licencia», por lo que ordenó paralizar la obra, investigando además los atropellos que los vecinos aseguraban sufrir
El rey actuó entonces sin piedad, restableciendo la jurisdicción de Salamanca sobre Tejeda y ordenando derribar la horca que como símbolo de soberanía había plantado allí Fernando de Tejeda.
El rey actuó entonces sin piedad, restableciendo la jurisdicción de Salamanca sobre Tejeda y ordenando derribar la horca que como símbolo de soberanía había plantado allí Fernando de Tejeda.
Tamames: el vigía centinela contra Almanzor
Durante siglos, la provincia de Salamanca fue campo de batalla entre moros y cristianos, tal y como aún se rememora en algunas zonas del Levante español. La invasión musulmana y la posterior Reconquista convirtieron a los parajes charros en zona de conflicto y, por tanto, lugar estratégico para alzar fortalezas y castillos como vigías y defensas, sobre todo en la Sierra de Francia y sus alrededores. El torreón de Tamames que jugó un papel de centinela contra las invasiones del califa Almanzor sobre el norte de España a finales del siglo X y principios del siglo XI.
El origen del castillo se sitúa entre este siglo VIII y el X, pues los relieves en los sillares del doble dintel de la puerta de entrada delatan signos prerrománicos, apareciendo un blasón con escaques que no corresponde a las armas de los Godínez, quienes recibieron el señorío de Tamames en el siglo XIII, por lo que si este noble hubiera mandado construir el castillo, hubiera colocado sus blasones, y no estos prerrománicos. Por lo tanto, don Alfonso Godínez tomó posesión de la localidad ya con la existencia de su torreón.
Tras las acciones repobladoras desarrolladas en el siglo X por el monarca leonés Ramiro II, el califa musulmán Almanzor protagonizó sucesivas incursiones militares, devastando algunas zonas de lo que hoy conocemos como la provincia de Salamanca. Fue ésta la época de mayor protagonismo del castillo de Tamames, inmiscuido como vigía centinela dentro de un constante escenario de batalla a través del campo charro.
salamanca24horas.com
Fecha: 11 de julio de 2010
Autor: Raúl Martín
Autor: Raúl Martín
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