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martes, 26 de mayo de 2009

Salamanca, Plaza de España, en la actualidad. Foto: [Jhuno]. Monumento al charro. Desde los Vettones a los mozos de vacadas y garrochistas no hubo jinetes mejores ni en la antigüedad europea ni en la cristiandad, y que antes de los llaneros en Venezuela, los gauchos en la Argentina, los cawboys de las praderas norteamericanas, antes de todos ellos existieron en la Tierra de los Charros unos hombres que como dije en una entrada anterior nacieron sobre el caballo, estos son conocidos como Los Charros, y que tras una gran emigración dieron lugar en tierras de Nueva España (actual México) a los que hoy se conocen como los charros mexicanos y a la charrería de aquel país. Sus sombreros cónicos sus adornos recargados, y su dominio y amor al caballo son su seña de identidad, pero sobre todo su arrojo y su valentía, arrojo que forjaron héroes como Don Julián.
Fotografía de los actos conmemorativos de los Sitios de Ciudad-Rodrigo en su primer centenario, en 1910.

lunes, 25 de mayo de 2009

El alma charra en canción. Mi pequeño homenaje a un héroe de mi tierra enterrado en mi ciudad: Julián Sánchez "El Charro".
Avenida de Federico Anaya de Salamanca, aqui existió un cuartel con el nombre de Julian Sanchez "El Charro", entre los años 1905 y 2007, en el cual estuvo durante ese tiempo el Regimiento de Caballeria Motorizada Santiago nº 1, y donde en la actualidad se esta construyendo un edificio de unos grandes almacenes.

domingo, 24 de mayo de 2009

Los últimos días del héroe.
Tras el final de la guerra, muy poco se sabe del guerrillero salmantino. El General Palafox le nombra presidente del consejo de Guerra Permanente y en abril de 1816 Gobernador Militar de Santoña (Cantabria), lugar en el que fallece su esposa Cecilia, tres años más tarde. En 1822 contrae matrimonio nuevamente con Juana Ignacia Velarde de Gandarillas. Y a final del año es nombrado Gobernador militar de la provincia de Santander. Incorporado el 15 de febrero de 1823 al 2º Ejército de Castilla, sale hacia Logroño y llega a la plaza el 17 de abril. Unos días antes el duque de Angulema al frente de "Los Cien mil Hijos de San Luis" había penetrado por el Bidasoa. Don Julián se los encuentra e iniciado el combate, se ve prontamente superado y es tomado prisionero tras ser derribado de su montura. El duque de Angulema le trata con relativa deferencia y le mantiene en calidad de agregado a su Cuartel General y con él entra en Madrid del 23 de mayo siguiente. Don Julián es declarado en situación "de cuartel" en Madrid, por lo que solicita le sea permitido fijarlo en Salamanca donde tiene a su familia. Accede Fernando VII y le confina en Ledesma. Allí comienza a llevar la vida de relación con sus amistades de siempre, pero el Comandante General de Ávila informa al Capitán General de Castilla la Vieja que la conducta de Don Julián "… se hace sospechosa por tener entrevistas con indefinidos y antiguos voluntarios de la Caballería,… y además el Inspector de Policía de mi provincia me ha mostrado cartas que aumentan las sospechas… Por lo que para la tranquilidad pública debería trasladársele el Cuartel a otra provincia donde fuese menos conocido…" En febrero de 1824 es encarcelado en la Real Chancillería de Valladolid, y tras ágil resolución es puesto en libertad, como Inocente, a principios de 1828. Don Julián tiene cincuenta y cuatro años de edad y solicita se le abonen los sueldos devengados durante su prisión. Cosa que no sucedería hasta dos años después. En agosto de 1828, don Julián, su esposa y su pequeño hijo Francisco Luis, se hallan confinados en el pueblo de Etreros, provincia de Segovia, donde fallece su hijo el día 30 de aquel mes. Algo después el 30 de mayo de 1829 nace su hija Rosa Petronila, que dos años después, el 4 de octubre de 1831 fallece también en aquella población Julián Sánchez, El Charro, la leyenda, se rinde, agotado y cansado de bregar en la tienta de los vivos, después de una agitada existencia. Murió el 19 de Octubre de 1832, en Etreros. Aquel día, el jinete salmantino más famoso de todos los tiempos descabalgó de su montura definitivamente. Hace 16 años, la villa de Etreros cedió los restos mortales de Julián Sánchez a la ciudad de Salamanca, donde estuvieron depositados varios meses, en la Torre del Clavero, rindiéndosele honores militares. El féretro recorrió las calles de la ciudad entre aplausos y vítores de millares de salmantinos, las campanas de los cientos de campanarios de Salamanca retumbaron para homenajearle y se lanzaron al aire más salvas aquel día que en los de los entierros de cualquier monarca o jefe de estado. Posteriormente, el ayuntamiento de Salamanca cedió a su vez los restos de El Charro al ayuntamiento de Ciudad Rodrigo, ciudad en la que descansan actualmente. A veces, todavía hoy, puede verse en mitad de las dehesas, a través de la bruma matinal y la verde espesura de los prados y los encinares, la erguida silueta fantasmagórica de un jinete altivo, sobre un caballo blanco. Que mira fijamente y arma su garrocha. Y como poco a poco, su figura se pierde con la bruma y el lejano tintineo de unas espuelas. Todavía, y mucha gente así lo piensa, El Charro continúa galopando por los campos salmantinos. O quizá solo sea el embustero rumor del viento interpretando el sonido de los cascos de un caballo, perdidos en el tiempo.
Añadir que cada vez que leo estas historias de "El Charro", me hacen pensar que debido a éste y otros héroes, hacen sentir en mi el orgullo de ser charro, y ser español.
Me hubiera gustado que la historia, de alguna manera hubiera tratado mejor a este guerrillero, que sin lugar a dudas, merece el mejor puesto en esas singladuras, ... claro que aún estamos a tiempo.

martes, 19 de mayo de 2009

La estampida charra

El 29 de Noviembre tiene lugar un combate en San Muñoz (Salamanca) con victoria para los charros.
Durante los ataques de Wellington a Ciudad Rodrigo, para liberar a la ciudad, Julián y sus jinetes cortan todas y cada una de las comunicaciones francesas.

Y entonces llega el gran día. El 22 de julio de 1812, entre las ocho de la mañana y las tres de la tarde, tiene lugar en las inmediaciones de Salamanca la Batalla de Los Arapiles, en el paraje del mismo nombre. La Batalla de Los Arapiles (aunque los ingleses la denominan Batalla de Salamanca) pasó a la historia por ser una de las dos más multitudinarias de la historia, junto con la de Waterloo. Perdieron la vida 14.000 franceses y 5000 aliados. Hubo 8 generales muertos y varios heridos, incluido el propio Marmont.

Tras varias horas de lucha, Wellington vence a Marmont en el Arapil Grande.
Julián y sus hombres recogen 500 prisioneros y varias piezas de artillería.
La cultura tradicional nos ha legado varias coplas sobre aquella jornada:


"Favor le pido a Jesús

y a la Virgen Sacra y Bella

para poder explicar

la batalla más sangrienta,

el más ejemplar combate

que habido en nuestra tierra

en España con Portugal

la Francia con Inglaterra

sólo habido en nuestra España

esta batalla sangrienta........"

Después de este duro golpe, el ejército francés se ve obligado a retroceder e ir abandonando posiciones.
Julián y sus garrochistas marchan a Peñaranda de Bracamonte (Salamanca) y desde allí los persigue nada menos que hasta Burgos, causándoles no menos de 500 bajas. Durante la persecución tienen lugar combates como el del 17 de septiembre, prolongado por los campos entre Torrepadierne y la propia ciudad de Burgos. Finalmente, los charros entran en Burgos el día 18 aclamados por la población.

El 11 de Mayo de 1813, en Pampliega, cerca de Burgos, acomete a los enemigos y toma 37 prisioneros y gran número de caballerías.
Por los montes de Álava realizan operaciones diversas estorbando los asentamientos y comunicaciones francesas, vigilando e impidiendo los movimientos de los imperiales antes de la batalla de Vitoria, el 21 de junio.

Tienen lugar varios combates en la Sierra de Andía y siguiendo los movimientos del general Clausel se dirige a Navarra y el Bajo Aragón.

Tras esto se reúne con las tropas de Espoz y Mina y el día 2, la caballería charra, dirigida por el Brigadier Don Julia Sánchez “El Charro” se lanzan contra las posiciones francesas que asediaban la ciudad de Zaragoza, y consiguiendo romper el cerco a la misma, logran penetrar en la ciudad.

Después, prosigue en sus acciones, ahora hacia tierras catalanas, asediando a los franceses por el Cinca. Están en Fraga el 14 de septiembre y toma parte en el asalto final del día 19. Seguirá a Mequinenza, Lérida. Nada detiene el vendaval apocalíptico de sus jinetes. Nadie detiene la estampida charra.


Julian Sanchez "El Charro". La Leyenda IV
El General Wellington cae rendido ante la arrolladora personalidad de Julián Sánchez y sus hombres. Debido a que la partida guerrillera de El Charro se autofinanciaba a si misma, y no recibía ayuda alguna del ejército, sobreviviendo a través de las ayudas de la población civil salmantina y de sus saqueos a las tropas francesas, Wellington trata de convencer al Consejo de Regencia de que la Brigada de Don Julián se adscriba al cuerpo de ejército que el manda, acarreando los gastos que estos generen a través de la Hacienda Pública británica. Esto ocurre a finales de 1811.
A raíz de esta nueva situación, Julián y sus hombres son obligados a cambiar de uniforme y sustituirlo por uno más marcialmente diseñado, al gusto de los ejércitos de la época, perdiendo el carácter que hasta entonces les confería el vestir a la usanza salmantina. El nuevo uniforme consiste en: Ropaje de color rojo con vivos y alamares dorados, pelliza al tercio (al estilo de los Húsares), casco enfundado de pelo negro y manga encarnada. La caballería dejará el uso de su clásica montura vaquera y comienza a utilizar la montura inglesa.
Para unos este hecho supone el final del mito. Aunque la aureola legendaria de Don Julián y sus garrochistas charros se alarga por mucho tiempo más, dejando las pisadas de sus caballos por buena parte de España. Supone un punto de inflexión, en el que se abre paso una etapa más grandiosa pero menos romántica, eso sí. Con la adscripción de los guerrilleros charros al cuerpo del general Wellington las cosas cambian en cierto modo, aunque la filosofía siga siendo la misma que la de aquellos doce garrochistas que se atrevieron a salir con Julián por primera vez.
Como ahora veremos, después de la Batalla de Arapiles, en la que se midieron españoles, franceses, portugueses e ingleses, y que determinó el curso de la contienda a favor de los aliados, el frente se moverá velozmente hacia el norte de la península. Julián y sus hombres salen de Salamanca para expulsar a los franceses en su huida. El polvo que levanten las herraduras de sus caballos llegará a media España.
Para quien quiera saber mas:
Los sitios de Ciudad-Rodrigo
La batalla de los Arapiles

domingo, 17 de mayo de 2009

Julian Sanchez "El Charro". La Leyenda III

Sitio de Ciudad Rodrigo por los Franceses, primavera del año 1810

Comenzado el Asedio a Ciudad Rodrigo, a pesar de los consejos de Andrés Pérez de Herrasti, al día siguiente, un grupo de garrochistas charros salen de la ciudadela a galope tendido por iniciativa propia. Son Don Julián y sus hombres, que sorprenden a los franceses causándoles graves bajas y obligándoles a levantar el campamento, para después regresar rápidamente al interior de las murallas de Ciudad Rodrigo, apoyados por soldados de infantería que han salido a cubrirles.

Ney comprende la inutilidad de su artillería para batir la ciudad y se retira temporalmente a San Felices de los Gallegos.

Engallado don Julián, sale con sus hombres (que en este momento ya son 340) en persecución y hostigamiento de los franceses. Los humilla varias veces en La Fuente de San Esteban, La Moralita y Las lagunas del Cristo. Los franceses se han equivocado: para desenvolverse en ese terreno hay que ser o toro o charro. 17 franceses muertos, 84 prisioneros (incluido el único oficial que quedó con vida) y 62 caballos.

El 25 de Abril, el ejército francés se dispone a proseguir el interrumpido bloqueo a Ciudad Rodrigo.
Los franceses avanzan muy lentamente en sus posiciones hacia la ciudad. Y es que El Charro no cesa de atacar a los destacamentos y avanzadillas francesas. Todos los días salen por las puertas de Ciudad Rodrigo una partida de jinetes, y a la caída del sol regresan aclamados por los mirobrigenses al verlos llegar por los horizontes sanos y salvos, altivos y erguidos sobre los caballos y con las casacas de los franceses pendiendo de las garrochas.

El día 30 de Abril, con 120 jinetes atacan una columna francesa formada por 200 Dragones de la Guardia Imperial y 150 Tiradores, haciéndoles retroceder.

Andrés Perez de Herrasti obliga a Julián y sus hombres a abandonar Ciudad Rodrigo ante el cariz que estaba tomando el asedio. De mala gana, Julián y sus 260 garrochistas supervivientes salen de la ciudad y se dirigen hacia las inmediaciones de Segovia del Doctor, para llegar a Ledesma donde tendrán que unirse a las tropas del general español La Carrera. Para romper el cerco francés que les impide salir, cruzan la dehesa de Hernando sorprendiendo a los galos nuevamente y quebrantando sus líneas.

Una vez en Ledesma, junto a La Carrera, le llega a Julián el nombramiento de Coronel para encargarse del mando de todos los ejércitos guerrilleros que operaban entre el Tajo y el Duero. Bajo sus órdenes están ahora partidas como las de "El Cura Violado", Vicente Olivera, etc. En total suponen 700 jinetes, unos 1000 de a pie y dos cañones.

En su ausencia, Ciudad Rodrigo cae en poder de los franceses, después del largo asedio.

En esta nueva etapa, se suceden varias victorias: un combate en Muñoz donde tras varias horas de lucha derrotan a un fuerte destacamento francés, los ataques a la plaza de Almeida y sobre todo la acción de Fuentes de Oñoro, donde entre los días 3 y 5 de mayo de 1811 los lanceros charros persiguen y aniquilan las columnas francesas tomando 105 prisioneros.
Desde la acción de Fuentes de Oñoro y hasta la llegada de Marmont y Dorsenne a Ciudad Rodrigo, el 13 de septiembre, don Julián se bate el 23 de mayo en el Cristo de la Laguna. También lo hace por San Muñoz y Cabrillas atacando un convoy protegido por cuatrocientos cincuenta de Infantería a los que infringe unas pérdidas de trescientos setenta muertos, heridos y prisioneros. Y otras acciones de menos valoración pero sin embargo de gran interés.
El 15 de octubre con dos compañías de lanceros toma prisionero al general Reynaud, gobernador militar de Ciudad Rodrigo, y mediante una maniobra de destreza vaquera se apodera de más de 500 cabezas de ganado que tenían los franceses en aquellas inmediaciones. Alertados los galos, salió la caballería en persecución de don Julián, el cual contando con esa reacción, les sorprende una vez más infringiéndoles una muy grave derrota.

Anécdotas recogidas por los cronistas de la época aparecen muchas.

Por aquellas fechas, Salamanca continuaba ocupada por las tropas francesas, al mando de Dorsenne.
El día de San Pedro era costumbre acudir a una romería en el Zurguén, en la zona extramuros de la ciudad, junto al rio, que se amenizaba con bailes y juegos, con que
sobrellevar el estado anímico de la población.

A pesar de las advertencias de Julián Sánchez, varios guerrilleros charros con familiares y amigos en Salamanca quisieron acercarse hasta el lugar para departir con sus paisanos y compartir el ambiente festivo. Así lo hicieron. Cuando la multitud vio acercarse a los jinetes, se hizo el silencio y acto seguido estalló el alborozo. Rápidamente corrió la voz entre los soldados, algunos de los cuales habían acudido a la festividad y temieron que se tratase de una avanzadilla de los hombres de Julián Sánchez dispuestos a atacarles.
Los jinetes, que no eran más que cinco, descendieron del caballo, y manteniendo sujeta la brida charlaron con sus paisanos durante un rato. Al escuchar tambores y clarines avisando a la tropa para echarse a las armas, volvieron a montar y se despidieron lanzando vivas a Salamanca. Alejándose al paso, se deshicieron con la garrocha de algún soldado francés interpuesto en su camino y desaparecieron en el horizonte por el camino de Rollan. Cuando la primera columna francesa acudió al lugar, encontraron a la población enardecida y fuera de sí dando vivas a Don Julián Sánchez y a Salamanca. Estos eran los nombres de los cinco jinetes:
ANDRÉS SÁNCHEZ, de Vilvis;

BALTASAR SÁNCHEZ, de Ruelos;

ANGEL PÉREZ, de Rollán;

BALTASAR MOÑITA, de Monterrubio de la Sierra

AMBROSIO GASCÓN, de la Sierra de Francia

Todavía hoy en día, pueden escucharse en algunos pueblos de Salamanca personas que guardan como un tesoro familiar la historia que vincula a alguno de estos nombres como antepasados suyos.

Espectacular es también aquella anécdota en la que Julián Sánchez habiendo perdido el caballo en una refriega contra los franceses es avisado de que el caballo ha sido regalado como botín de guerra al propio Dorsenne en persona, gobernador militar de Salamanca, el cual se regocija ante el hecho de montar sobre el corcel del héroe de la población salmantina, al que veneran como a un Mesías.

Julián se presenta en Salamanca de incognito, y cuando Dorssene pasa revista a las tropas en el puente, a lomos del caballo, éste sale de entre la muchedumbre asistente y se precipita sobre el jinete. A la voz del amo el caballo inicia una vertiginosa carrera por el camino de Ciudad Rodrigo. Al poco rato Julián se deshace de Dorsenne arrojándolo de la montura a la altura de la Pescantía, mientras los franceses lo persiguen incapaces de alcanzarle ante su endiablada velocidad sobre la grupa.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Si estamos en el siglo XIX, estamos en el siglo del Romanticismo. Si hablamos de Tierras Charras, necesitamos una cancion que conjugue las dos cosas, y no he tenido que buscarla, que ya la tenia preparada. Una cancion que deja por sentado lo romantico que somos los charros, una preciosa cancion de uno de los mejores tamborileros de Salamanca: Contigo Pan y Cebolla de Pepe gil Cacho.

Julián Sánchez “El Charro”. La Leyenda II.

Una de sus primeras acciones consiste en atacar un convoy francés en las inmediaciones de Vitigudino. Toma cinco prisioneros. Al día siguiente y sin darles descanso, sorprende a los galos en el puente de Yecla, tomando otros quince prisioneros.

Tras estos dos primeros triunfos, se suceden uno tras otro los ataques sorpresivos contra las líneas de comunicación francesas, las caravanas, y los destacamentos hasta el punto de que el nombre de Julián Sánchez se oye ya en los cuatro puntos cardinales de Salamanca.

Cualquier intento de penetración en los dominios de "El Charro" (nombre por el que empieza a ser conocido en la guerrilla española) por parte de los franceses tiene todas las de perder.

Cada vez que un regimiento galo trata de atravesar los campos salmantinos para enlazar con uno u otro frente, el pánico se apodera de la tropa.

Se refuerzan los efectivos, para escoltar los transportes entre Portugal y España, de vital importancia, y se dobla la atención ante el miedo de ver aparecer entre la espesura de los encinares, la silueta de unos jinetes vestidos con traje charro armando la garrocha para atacarles.
No les verán nunca. Julián y sus hombres vigilan sus movimientos en la invisibilidad más absoluta., sobre la grupa de sus corceles.

Los franceses han cometido dos errores. Por un lado, hacer frente a un hombre con una preparación militar previa que se bate en su terreno, que conoce sus secretos, y que juega a la guerra de la misma manera que si estuviese gobernando una manada de toros. Los ternerillos galos son sometidos continuamente al acoso y derribo de los charros.

Por otro lado, los franceses jamás debieron cruzar la línea. Internarse en La Charrería les costará la vida.

La fama de Julián Sánchez se acrecienta día a día. En poco tiempo sus hombres forman ya un grupo de 80 voluntarios que cabalgan vestidos a la usanza del país.

Recorre los campos y sierras de Salamanca, atacando y persiguiendo franceses. Al tiempo que recluta hombres por los pueblos y aldeas por los que pasa.

Pregunta y se interesa por los mejores jinetes de cada localidad, los más expertos y diestros en el manejo de la espuela, la brida y la garrocha. Para ello cuenta con mayorales, mozos de vacada, ganaderos, e incluso arrieros ordinarios (se les llamaba "ordinarios" por ser de mensajería urgente, y normalmente llevaban el correo entre localidades distantes. Acostumbrados a cruzar la provincia a toda velocidad, y conocedores de los mejores atajos y cañadas para ganar tiempo).

Para ello, prueba y evalúa a los hombres, quedándose solo con los mejores. Cada uno porta su caballo, se les provee de una garrocha y se les hace evolucionar sobre el caballo para examinar su destreza. Mira detenidamente como galopan con y sin estribos, como cambian de mano en la diagonal, como giran a la media vuelta, como miden el reprís, y como se inclinan sobre la montura. Escoge a los que más le gustan y los une al grupo guerrillero.

No tarda en acumular una partida que pasará a llamarse de "Los Doscientos de Don Julián", que se adscribe al cuerpo comandado por el general inglés Wilson, pero con autonomía propia, llevando a cabo sus propios métodos y su propia filosofía.

Parten en sus correrías de los cuarteles generales de las Sierras de Francia, Gata y Béjar que Wellington ha dispuesto de manera longitudinal.

Poco tiempo después, el número de guerrilleros se hace tan grande que pasa a denominarse Regimiento Ligero de Lanceros de Castilla, y por último acaba constituyendo la Brigada de Don Julián. Nombre con que el ejército lo denomina a partir de 1810.


Sitio de Ciudad-Rodrigo por los franceses, en 1810. El Regimiento Ligero de Lanceros de Castilla ataca por sorpresa las baterias francesas. Lo manda el Teniente Coronel Don Julian Sanchez "El Charro".